jueves, 12 de diciembre de 2019

Profesores olvidables


Imagen tomada de pixabay.


Todos hemos tenido grandes maestros. Profesores dignos de recordar, que nos enseñaron sobre una rama del saber y también a ser gente. Son esos docentes que uno rememora con afecto, los imprescindibles de Brecht. Los inolvidables. Pero también hemos tenido aquellos que son olvidables por completo, indignos y que, por desgracia, nuestra memoria —que no es de silicio— no los borra.

En el tercer año de bachillerato tuve uno de esos profesores peculiares, era de matemáticas. En uno de los exámenes, obtuve dieciocho puntos, siendo veinte la nota máxima posible. Fui el único alumno que salió bien en ese examen. Hubo dos o tres alumnos que sacaron diez (la mínima nota para aprobar), los demás estaban reprobados. Ante semejante desigualdad, él me puso doce, aduciendo alguna razón que ahora no recuerdo, pero que aludía a que no era posible que alguien saliera tan bien y los demás mal. Niveló hacia abajo el salón. Cuando le conté a mi padre, q. e. p. d., lo sucedido, él comentó: «Es un comunista». Muchos años después, otro coronel —no Buendía—, niveló hacia abajo a todo el país, hasta arruinar a casi toda su población. Era otro comunista.

En la universidad «disfruté» de un docente que era muy criticado por el alumnado. Una vez, un profesor de confianza, al preguntarle por qué la universidad no había salido de aquél, nos contestó que tendrían que desembolsar mucho dinero por las prestaciones sociales que le deberían cancelar, pues hacía muchos años que daba clases ahí. Así, los alumnos nos veíamos en la obligación de aguantarlo. De esa materia, mecánica de suelos, pude aprender algo luego de graduarme, no antes. Hubo un examen célebre, constaba de un solo ejercicio, creo que una aplicación del círculo de Mohr. Única pregunta, ¿el suelo falla? Había dos posibles respuestas, sí o no. O fallaba o no fallaba. No importaba lo que se contestara, las notas eran unas combinaciones estocásticas que no referían a la respuesta: algunos dijeron que fallaba y sacaron dieciséis o cualquier otra nota, otros que no fallaba y sacaron dieciséis o cualquier otra nota. No estaban reprobados todos los que habían dicho que sí fallaba ni todos los que habían dicho que no. ¿Corrigió el procedimiento numérico y no la respuesta? No, tampoco; eso lo verificamos luego del examen y de nuevo después que él dio las notas. Tal parece que lanzó al aire los exámenes, los que cayeron sobre la mesa estarían aprobados, los otros no. Y este no fue el peor profesor que tuvimos durante los estudios universitarios.

En estos días, una docente (sospecho que de esa estirpe que se hace llamar «docenta»), reprendió a un alumno por loar a su patria, España(1). El chaval protagonista, y víctima, de esta historia (que en la reseña muy apropiadamente califican de «kafkiana»), ya podrá colocar a la docenta en la casilla que le corresponda. Es insólito. Dalí o Breton fliparían con este suceso.


---


No hay comentarios:

Publicar un comentario