viernes, 24 de enero de 2020

Los nuevos señores feudales


Imagen tomada de pixabay.


Evelia fue contactada por la estación de televisión de nuevo. Esteban, el periodista que llevaba un programa de opinión política, quería entrevistarla. Ya se lo había manifestado a los productores aquél día en que ofreció una entrevista a Héctor, el comunicador del programa de cotilleo. Las maquilladoras no hicieron esfuerzos por hacerla más blanca en esta ocasión. No solo porque ya no estaba quemada por el sol, también porque Esteban les instruyó a ello. Solo le extenderían en el rostro la capa que evita las iridiscencias que las potentes lámparas de iluminación producen en la piel.

En esta entrevista, ella no estaría sola con el entrevistador; se enfrentaría a Esteban y a otro periodista que, al principio, no sabía si estaba ahí para entrevistarla o para ser entrevistado. No lo descifró al comienzo del programa porque Esteban se dirigía a él en franca conversación, preparando la introducción, sin preguntarle nada. Además, el fulano, de nombre Isidro, le hacía preguntas a su colega. Este, dirigiéndose a ella, luego de presentarla a la teleaudiencia, por fin le formuló la primera pregunta.

—Bienvenida. ¿Y a usted qué opinión le merece que el referéndum sea regional o nacional?
—Muchas gracias. Eso depende de la relación que se haya definido entre el Estado y la Comunidad Autónoma, la cual desconozco. El que lo hayan hecho regional en Escocia no significa nada, depende del tratado que se haya firmado entre los entes antes mencionados.

Con esta respuesta, ya Esteban pudo calibrar a su entrevistada. Estaba complacido de tener a alguien que, en principio, le parecía objetivo e imparcial. Isidro le preguntó la siguiente.

—¿Cuál cree usted que es el objetivo de los grupos separatistas?
—El poder.
—¿Podría ser más explícita, por favor? —insistió Isidro.
—Las izquierdas mutan, se mimetizan. Si la lucha de clases no le funciona, inventan otra. En este caso, en Iberia hay clases, pero hay un estado de bienestar que ha difuminado un poco el abismo entre ellas; entonces inventan la lucha entre sexos, sembrando una recalcitrante androfobia, o la separación de una región del resto.
—¿Podría ampliar, Evelia? —inquirió Esteban.
—Saben que jamás, o a muy largo plazo, lograrían el poder de todo el Estado; entonces separan una parte del pastel para ellos; quieren ser los reyes de una región, obtener el poder hegemónico en una región. No podrán robar tanto, pero robarán más pronto que tarde, durante su vida útil.

Los dos periodistas se vieron las caras; por sus miradas parecía que no sabían quién debería hacer la siguiente pregunta. Incluso hicieron ademanes con las manos para cederle el turno uno al otro y ambos se lo regresaban al otro. Luego de una sonrisa cómplice, Esteban continuó.

—Es decir, ¿que quieren ser una especie de nuevos señores feudales?
—Claro.
—¿No piensa usted que detrás de todo eso está un proyecto identitario, que diferencia a las culturas y a las zonas de enraizamiento de dichas culturas y quieren su autonomía e independencia legítimas?

Una risotada de Evelia dejó desguarnecidos a Esteban y a Isidro. Estaban nerviosos esperando la respuesta de ella y deseaban que no fuese una tomadura de pelo.

—¡Ja, ja! ¿De verdad usted piensa eso? Yo no.
—¿No cree eso?
—¡Por favor! Eso es una ingenuidad. Eso es lo que ellos han hecho creer con su discursito. Los progres son muy buenos haciendo discursos. No hacen países, no saben hacer países, los destruyen; pero hacen unos soberbios discursos apologéticos. Eso sí lo saben hacer, son artesanos de la retórica. Y de la mentira.

De nuevo, Isidro y Esteban se cedían el derecho a preguntar, no por cortesía, sino porque la conversación no estaba yendo por donde ellos habían previsto.

—¿Por qué ha ocurrido esto?
—¿El qué, el que hagan discursos atrapa bobos?
—No, el que quieran hacer esto, separarse y montar tienda aparte.
—Ya le he dicho, quieren el poder. Como no pueden ser cabeza de león, prefieren ser cabeza de ratón que cola de león.
—Me explicaré mejor: ¿por qué ha ocurrido esto, qué se ha hecho mal?
—El Estado los dejó libres en su comarca y ellos, con ese proyecto en mente, bien lo hayan engendrado ellos o lo hayan importado, han adoctrinado a la población con su discursito discriminatorio y racista.
—¿Se les dejó rienda libre al adoctrinamiento?
—En efecto. Son sociedades adoctrinadas, yo las veo adoctrinadas como a los chavistas, igualito. Eso debe venir de hace tiempo, no es nuevo. Quizás en la época de Pujol, o antes. No exterminaron el mal de raíz, dejaron esa tarea para más tarde. El más tarde es hoy, es ahora. Y mucho me temo que ya es tarde.

Isidro, esta vez pidió la oportunidad de palabra.

—¿Por qué cree que es tarde?
—Porque es irreversible. No se podrá hacer nada de manera civilizada. El daño es inmenso.
—¿No cree que sienten cabeza y se olviden de esta oligofrenia?
—Para nada. Es evidente que son unos... ¿cómo le dicen los españoles?... críos, unos críos. Son unos críos delincuentes, tal como los chavistas. Ahora que tienen a su compinche en el gobierno, digamos que del Estado central, pues...
—¿Qué cree que va a hacer la Unión Europea en este trance? —preguntó Esteban.
—Le podría contestar parafraseando a Rhett Butler: «Francamente, a Iberia le importa un bledo lo que diga la UE. De igual manera, a la UE le importa un bledo lo que haga Iberia». Ahora todos entendemos porqué el Reino Unido, siempre tan astuto él, se ha ido de la UE, ¿está claro, no?
—No puede ser, señora Ramírez, debe haber alguna reacción, no sé...
—Sí, habrá reacciones, como las ha habido en relación con el caso de los golpistas, a quienes han defendido. Son palabras dichas y escritas, solo eso, palabras. Nada más, a los demás países eso parece importarles un comino. Por cierto, están en un error al respecto. Quizás algunos estados lo lamenten, pero la mayoría desearía un desmembramiento, así —en principio— quedan mayores opciones para ellos. Piensen en lo jugoso que sería la reconstrucción de una nación en ruinas. Quizás haya alguna agenda oculta que nosotros ni sospechamos...

En ese momento, Esteban cortó para ir a comerciales. «Caramba, señora Evelia, ni Losantos es tan agrio, ¡por favor!», le dijo Isidro, que ahora parecía tener casi más jerarquía que Esteban. «A mí nadie me paga para que diga lo contrario, ni lo diría si me pagaran; tampoco para que diga lo que pienso, que es lo que estoy diciendo. Soy sincera con lo que digo». «Pero es muy crudo, puede traernos problemas, señora Evelia», dijo Esteban. «En ese caso no tenían que haberme invitado. No voy a ser complaciente ni responder a censura previa». Regresaron al programa e Isidro le preguntó:

—Usted acaba de decir que sería un error de la UE que les importe un rábano que Iberia se descuartizase, ¿podría aclararnos por qué piensa eso?
—La UE cada vez se muestra más fracturada, ni siquiera se molesta en disimularlo. El brexit ha sido una estocada que ha dejado desnuda a la UE, o le ha tomado una radiografía, como quiera que sea. Aunque fuera una posición hipócrita, deberían mostrarse más unidos, deberían tener más solidaridad unos países con otros en lugar de desear el desmembramiento de sus países socios, como pareciera ser el caso de algunos de ellos. Parecen olvidarse del gigantesco lobo que tienen al este.
—¿Se refiere a Rusia?
—¿Cuál si no?
—¿A qué se refiere?
—¿Usted cree que solo quieren vender gas?
—¿Se refiere a sus ánimos expansionistas?
—Por supuesto, ánimos, talante y vocación expansionista e invasora. Una UE débil es lo que más quieren. No me extrañaría, para nada, que este grupo de criminales estuvieran financiados, de manera indirecta por supuesto, por el Kremlin.

Llegado a este punto, el director del programa simuló una falla técnica que precipitó el final del programa. «Ha sido muy didáctica, pero muy directa. La tendremos en otro programa. Muchas gracias», le dijo Esteban, a medio camino entre un cumplido hipócrita y la real fascinación por contar con alguien que dijera cosas que él no se atrevía. Isidro también se despidió de la doña: «Hasta una próxima ocasión, señora Ramírez. Muchas gracias»; «Si es que hay una próxima ocasión», dijo ella. «¿Por qué no la habría?»; «Porque a lo mejor quedamos en países distintos, como hizo el muro de Berlín».


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